Vasari,
Ghiberti, Agucchi, Bellori o Diderot. Winckelmann,
Fiedler, Baudelaire, Eugeni d’Ors, Gaya Nuño o Calvo Serraller. Desde los
albores de la humanidad hasta los tiempos modernos, el arte ha ocupado un
respetable sitio en las cabezas de las mentes más privilegiadas.
¿Qué es arte? ¿Qué no lo es? ¿Por qué? ¿Para
qué? Pero nunca antes un periodo artístico había suscitado tanta
controversia como el llamado, a grandes rasgos, “Arte Contemporáneo” y no solo
entre los más críticos y letrados. El gran público también participa de este
debate, casi siempre de manera involuntaria, al tildar de impostura las cifras
astronómicas que alcanza la venta de algunas obras de arte y a los artistas que
las realizan, normalmente por una desconexión y desencanto del espectador a
este respecto.
¿Es entonces, el Arte Contemporáneo, un
problema? Tal vez no un problema
entendido de manera literal como cuestión discutible a resolver, pero si como
interrogante, dilema o rompecabezas, tal vez con la importancia que suscita
hacerse una pregunta y no tanto encontrar la respuesta.
Esto mismo debió pensar Juan Carlos Román Redondo, docente, ensayista, artista y asesor en la venta de arte cuando lanzó cuál Lutero, su centena de problemas relacionados con el arte contemporáneo.
Pero está vez elegiría un medio más acorde a nuestros tiempos. Las 95 tesis de Lutero clavadas en la puerta de la Catedral de Wittenberg se convertían así en sus “100 problemas del Arte contemporáneo” lanzados, esta vez, vía Facebook.
Fue
precisamente este factor, el de difusión
y democratización del arte a través de las nuevas formas de comunicación y
la generosidad que supone compartir el conocimiento de forma libre, lo que
acabo por atraparme. No lo hicieron menos sus reflexiones acertadas, los temas
de debate y actualidad en torno al corrillo que rodea al Arte Contemporáneo y ese
aliño de fina ironía que lo empapa todo y lo convierte en una síntesis de aquello,
que con un poco de suerte, somos capaces de pensar o callar.
Un perfil
multidisciplinar y experto como el suyo permite que Juan Carlos pueda hablar sin
tapujos y con mucha propiedad sobre el entramado del mundo del arte, donde no
duda en señalar su falta de estructuración para poder ser una actividad común y
en donde se obvia premiar el talento y la
creatividad al estar movido por otros intereses y gestionado por un poder
que favorece a unos en detrimento de otros.
El lanzamiento
de estas pequeñas lecciones por capítulos, que se encuentra en su primera
entrega (Lleva completados 50 de los 100 que componen el conjunto) comprenden
una verdadera enciclopedia didáctica
y festiva en donde se pone al descubierto esta “problemática” que nos salpica a
todos, desde lo institucional o los agentes culturales, los propios artistas
y hasta la propia audiencia. Leerlos es adentrarte
en la reflexión que supone enfrentarse a una disciplina que no posee definición
y en un tiempo convulso en donde el arte no se escapa de las miserias humanas.
Para no caer en
el error de parafrasear estas perlas llenas de sabiduría y haciendo uso de esas
nuevos cauces de comunicación que abren las redes sociales, me he permitido la
indecencia (con el beneplácito del autor) de extraer literamente desde Facebook aquellos “problemas” que
resultaron más reveladores, acertados o mordaces del total de este jugoso
pastel.
Si vuestra sed de saber más sobre el tema es insaciable no dudéis ver in situ su decálogo de los 100 problemas (o retos, como le gusta denominarlos a él) del Arte Contemporáneo, que además quedan enriquecidos con los debates de los usuarios. Para ello adjunto el link a su página de Facebook y un listado de 50 de los 100 problemas que acabarán comprendiendo su decálogo, para que elijáis al gusto.
https://www.facebook.com/juancarlos.romanredondo.7
Por cierto, después de todo esto, ¿Seguís pensado que EL ARTE CONTEMPORÁNEO ES UN PROBLEMA?.
Nota: Todo el mérito
de este post recae la cabeza pensante de Juan Carlos, que ha sido tan generoso
de “prestarme” sus brillantes ideas para ilustrar este pequeño espacio de la Blogoesfera
dedicado al Arte.